El pensamiento y las normas
que rigen la conducta social de occidente se desarrollaron desde la expansión
del cristianismo, continuador de la tradición moral judía, durante el Bajo
Imperio Romano (ss. IV-V); oscureciendo durante siglos los valores morales
vigentes en el mundo grecorromano. Desde entonces, la nueva moral cristiana hizo
aparecer en occidente numerosos equívocos con respecto a la sexualidad que
todavía gozan de una enorme vigencia.
Uno de los aspectos
fundamentales del pensamiento occidental que más influencia ha tenido sobre la
moral sexual es la noción de "naturaleza", un concepto básico de las enseñanzas
de la Iglesia Católica Romana y así mismo de gran arraigo en el resto de la
cristiandad e incluso en el judaísmo. De acuerdo con esta doctrina (derivada en
sus orígenes de la filosofía pagana griega en especial de Aristóteles) todas las
acciones humanas tienen una causa final, su naturaleza, hablando con propiedad.
Así, el propósito esencial de la acción de comer es el mantener la vida, y el de
la actividad sexual es la procreación. Si se lleva a cabo una acción de forma
que no persiga su finalidad (su naturaleza), tal acción es "antinatural" (por
ejemplo, la consecución del placer como finalidad de la relación sexual). El
concepto de "naturaleza", que estamos manejando es substancialmente distinto del
popular que engloba a los animales y las plantas, aunque no resulta del todo
ajeno a él.
Cerámica moche que representa una felación de la esposa al marido.
Por ejemplo, los moralistas católicos admiten que una mujer
practique la felación a su marido mientras ambos se encuentran en los
preliminares al coito; sin embargo, este acto se transforma en un pecado mortal
si el hombre experimenta un orgasmo en el transcurso del mismo.
Fustigación de las madres solteras.
Grabado. Berlín, 1772. La concepción fuera del matrimonio ha sido tabú en
nuestra sociedad hasta hace muy poco. Para algunos todavía es una
inmoralidad.
En la ética judeocristiana,
la justificación última de la relación sexual es la procreación. El sexo debe
desarrollarse sólo dentro del matrimonio, el cual ha sido sancionado por la
palabra divina. Si descendemos al detalle, encontraremos que el punto alrededor
del cual gira la moral sexual cristiana es que el hombre sólo debe eyacular en
la vagina de su esposa. Cualquier otra forma de expresión de la sexualidad que
finalice en la eyaculación está absolutamente prohibida.
Generalmente la respuesta
sexual del varón ha sido la que más ha importado históricamente, mientras que lo
que las mujeres hacen en ausencia de los hombres nunca ha sido considerado de
particular trascendencia. Por ejemplo, no encontramos en la Biblia anatema
alguno sobre los actos lésbicos, mientras que el bestialismo femenino está
expresamente condenado. No hay apenas mención de la masturbación femenina; es
más, durante la Edad Media llegó a estar tolerada para aquellas mujeres que no
experimentaban orgasmos durante el coito, lo que se creía indispensable para la
procreación.
La virginidad
premarital sigue teniéndose en gran estima, y es algo que se les supone a
las mujeres y resulta adecuado en los hombres, si bien, por otro lado, hay una
cierta doble moral de la sociedad occidental que ve con buenos ojos que el
hombre vaya al matrimonio con cierta dosis de experiencia sexual.
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Mapa sobre la pérdida de la virginidad. Nótese en gris los países de los que no poseemos información quantificada. E incluso las asociaciones de países de la órbita occidental con precoz pérdida. |
La existencia de una
diversificación en los papeles sociales (los roles sexuales) que desempeñan
hombre y mujer se ha venido apoyando en razones tanto biológicas como
teológicas. Una sociedad sin discriminación por el sexo no resulta deseable. En
particular, el travestismo es una práctica que supone la violación más evidente
de esta forma de organización social, haciendo en cierto modo borrosos los
límites entre ambos sexos. Sin embargo resulta interesante advertir que, si bien
no existen santos travestidos en la tradición cristiana, algunas mujeres
travestidas han sido elevadas a la santidad, tal es el caso de Juana de
Arco.
Detengámonos un instante en
la masturbación. Según la moral judeocristiana, parece claro que este
acto no posee los caracteres que lo convertirían en un acto sexual "natural",
por lo tanto, puede concluirse, es tanto un acto "antinatural" como un pecado
mortal. Siguiendo el hilo de este razonamiento, otros actos equivalentes a la
masturbación (felación, coito anal, coito vaginal en el que se use cualquier
método anticonceptivo) son pecaminosos y antinaturales. Se establece así una
equivalencia entre masturbación, actos homosexuales y control de la natalidad
que no se corresponde con la realidad.
Figura de madera procedente del África Central
en la que se manifiesta con toda libertad la masturbación. Figura
cerámica precolombina encontrada en Costa Rica.
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